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— Béseme— Ordenó la mujer seria, casi inexpresiva
—¿Por qué?— Preguntó él, sorprendido, incapaz de procesar la petición
Ella ladeó su cara insegura, había juntado todo su valor para decirle eso, ya no quedaba ánimo en su ser para contestarle sus razones ni para dar explicaciones que al final, resultarían en nada debido a su próximo final.
—Es una orden— La mujer sabía que tenía poder sobre él, no eran totales desconocidos, sabían uno del otro perfectamente, sin embargo por motivos de ambas partes, el tiempo que los distaba era tan enorme que sus realidades habían cambiado mucho. Alguna vez pudieron ser uno y no separarse jamás, pero eso quedaba para sus contrapartes de otras vidas, por ahora ella solo le pedía una última cosa —Béseme—
Él veía a través de ella y tenía claro que su inexpresividad ante aquel extraño favor era por su inseguridad, la princesa nunca pediría algo así tan fríamente y porque se le ocurrió de repente. Al hombre no le importaba cumplir con la demanda, mas sí tenía una inmensa curiosidad, nunca se le hubiera pasado por la mente que al momento de llegar al campo sur de la capital de Hyrule, se encontraría en esa situación.
Un silencio incómodo se formó, pero ninguno de los dos dejaba de mirar al otro, se sostenían valientemente la mirada hasta que él acarició con sus dedos el rostro de la mujer, haciéndola temblar de repente. No fue ninguna mala intención, pero aún quedaban en la memoria del hombre recuerdos de sus reuniones con ella y cómo un acercamiento mayor podía ser terriblemente castigado, de todas maneras, la petición de ahora ya no la podía ver como una oportunidad, todas habían pasado hace bastante tiempo. Le sonrió con serenidad.
—Como usted ordene, Princesa Zelda— Delicadamente tomó el rostro de la fina mujer por el mentón, obligándola a encontrarse con su mirada resignada al pasar del tiempo.
Ella finalmente tomó el peso a lo que había pedido, no era un simple beso, no solo era su despedida, era el contrato que la mantendría unida a él durante toda su vida dentro de sus memorias, era la corrupción eterna de sus sueños, no obstante a la vez, el único momento de completa felicidad. Dudó si encadenarse a ello, a contemplar su deseo realizado dentro de su mente día tras día, sin embargo, al sentir la cálida sensación de su acompañante unirse con su anhelo, simplemente cerró sus ojos sin que su voluntad pudiera contrariarle.
Luego de cumplida la orden, él se limitó a abrazarla con fuerza, sabía que se estaba despidiendo y que incluso se había llevado el peso de darle a él un recuerdo inmenso. La sentía temblar, no sabía se de pena o de simple nerviosismo, pero un leve empuje hizo que tuviera que soltarla.
—Gracias, héroe— De repente de su bolsillo sacó una carta que tenía el sello real impreso en ella —Lo estaré esperando— El guerrero lo miró con interés y lo abrió en ese mismo instante
"Link:
Está cordialmente invitado a la ceremonia de matrimonio de la Princesa Zelda y posterior coronación, esper..."
Simplemente dejó de leer para observar que la princesa había desaparecido.
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Hasta yo me quiero golpear... por qué nunca hago finales bonitos D:, igual, me importa que los tenga interesados hasta que me quieran matar por los finales xD. Enjoy the moment... at least ;3
Yo que él irrumpo en la ceremonia y le tiro la carta en la cara.
ResponderEliminarPero yo no soy Link así que no haría eso y seguramente él solo pondría cara de asombro y *gasp!*.